En una casa vacía,
de un lugar de nadie,
En un pueblo fantasma,
en una planicie desolada.
Corazón palpitante,
siempre vestido elegante,
saludaba hacia el gallinero,
quedaban sólo vacíos estantes.
Tomaba su bastón,
de dos giros,
cantaba el ruiseñor,
con su silvido chillón.
Voces oía,
ahora distantes,
de lo que antes fue,
un pasado radiante.
Negra inmundicia,
Negrura reptante,
Ennegrecida sobra negrururezca,
sombra de los recuerdos amante.
Con ojos inexistentes,
veía a los habitantes,
de un pueblo muerto,
mas solemnemente conservante.
Rebelde, oscuro, siniestro;
otrora hombre honesto,
maletín en mano,
llevaba siempre el sombrero puesto.
El árbol le apuntaba,
El perro le ladraba,
El viento al oído le silbaba,
y la muerte, aullante, lo despertaba.
Una legión de sombras a su mano seguía,
una cuadrilla de lamentos lo perseguía,
su rostro vacío,
sin embargo, lo ensordecía.
Cuenta el mar que sus ojos profundos eran.
Cuenta la tierra que sus brazos fuertes eran.
Cuenta el aire que sus pulmones resistentes eran.
Mas nunca secundona riquezas revivió.
Del cielo cayó,
fino y respingado,
antes adorado,
repudiado ahora es.
Sus lágrimas ácido fueron,
para ojos tan misericordiosos,
metafísicamente vivieron,
hermeneúticamente murieron.
La experiencia lo mató.
Así clamaron los ángeles,
pero del infierno manos convocó,
para el puente de piedra que armaste.
Del corazón vista extraía,
pues la razón ya no servía,
sus cuencas cognoscentes,
adorno inútil eran.
Su voz callando fue,
entre ronquidos, truenos y tambores,
la luz del profeta dormida,
cera colocó en sus labios blancos.
Sus pulmones el rencor los tapó,
entre mentiras, lamentos y desolaciones,
a la única voz que escuchó,
con hálito caliente la mancilló.
Sus oidos, alas fueron.
volaron alto.
el sol las quemó.
¡Qué pena!
¡Qué rabia!
El sordo ahora oir podría.
Se arregla el vestón,
se pone el sombrero,
el hombre sin rostro,
de la casa saldrá luego.
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1 comentario:
está genial.
ahm, no se que decir,
te quiero :/
adió.
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