10 octubre, 2007

Continuación: El hombre silencioso.

Recogió sus cosas. F. luchaba con su desorden causando gran estrépito. Qué molesto. Comenzó a andar sin pensarlo dos veces. "¿A dónde vas?"
Sí, a dónde vas, por qué te paras. Respóndeme. Dame que sea una respuesta. Me voy. No tengo nada que decirte. No. En realidad, sí, pero no ahora. No, déjame, me voy. Suéltame, déjame irme, no seas tonto. Qué cosa, dímelo por favor. No, no te vayas. Corrió a su lado y la tomó de los hombros. Respóndeme ahora o me pierdes para siempre.
No creo, siempre te ha ido bien con la señorita A. ; por mucho que sea una vieja rebuscada, agobiada por los años y, por sobretodo, amargada, jamás ha podido perjudicarte de forma alguna. No respondió, continuo caminando. Quizás tenga razón, pero esta vez fue distinto. ¿Será quizás porque lo que plasmé en esas hojas era algo mío y no algo rasgado del globo de mi imaginación? Lo dudo. ¿Me estabas escuchando? Ah, sí, lo supuse. En realidad, no sé por qué sigo considerándote un "amigo", si eso se puede decir de ti - el amague imperioso de manos más que aclarar la idea, hizo que F. pareciera matar mosquitos - . Nunca me escuchas, nunca opinas, nunca dices nada; con suerte sé que me oyes, o que vives, si no fuera por tu autómata caminar. ¿Qué me decías?. Otra vez va a comenzar con sus griteríos.
El grito desgarrador, el volar de pájaros y las miradas atónitas de la gente, no hicieron más que acrecentar la voluminosa herida que se abría en "la roca interna". El pequeño manantial fluía ya por la plaza, arrasando el pasto, las bancas, las personas, los edificios.
Me sacas de mis casillas, por Dios. Algún día de estos no me tendrás más a tu lado. La voz comenzó a alejarse, mas aún flotaba en el aire, como un eco fantasmal, los vestigios de las últimas frases vomitadas con ira: No me tendrás más a tu lado. Y ahora más que nunca es cuando la necesito. Necesito sus frases, necesito su mirada, su caminar titubeante y su risa estridente. Su mar de ojos, so pena de su mirada: triste, fría, indiferente. Y sin embargo, más cautivante que nunca, incluso más que la de I. e incluso más que la tórrida llamarada de los ojos de F. Su mano, siempre tibia, dispuesta a cobigar al más deplorable insecto, o al más excelso, sublime, honesto y pomposo caballero. Nunca maulló estridentemente y la profunda reflexión cedió ante el apremiante alarido del gato enardecido por el puntapié recibido. Lo siento Nunca, no te vi. Ronrroneó apasionadamente, giró sobre sus patas y saltó agil al muro vecido. Por el rabillo del ojo se observó su negra pupila y rápidamente se perdió entre la oscuridad del atardecer. Abrió la puerta, subió las escaleras lanzando lejos los restos de comida en el descanso. Nunca aprenderá Jamás, perro del demonio.
Pero jamás fue mía, ni de nadie. Tampoco lo será, es más: ya no lo fue. Ni del tiempo, ni del olvido, sus brazas quemarán hondo en los corazones de sus apasionados enamorados. Y en el mío, jamás cerrará esa herida hecha a mano, a punta de garras y vociferaciones.
Se recostó en la cama y observó la inscripción del pergamino centenario colgado sobre el armario: "Si quieres algo, déjalo libre. Si vuelve a ti, es porque siempre fue tuyo, si no, es porque nunca lo fue."
Definitivamente, nunca lo fue.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acabo de encontrar este blog. Comenzare luego a leer todos tus esrcitos filisto. Cabe mencionar que posees una facilidad con la pluma que muchos quisieran tener. Lo poco y nada que he leido en un par de minutos me ha cautivado. Nos vemos mi amigo querido, adios