09 octubre, 2007

Capítulo I: El hombre silencioso.

Así va a comenzar este cuento que iré relatando de a poco, dividiéndolo en capítulos y separándolo por entradas al blog. Obviamente, si no alcanzo a terminarlo, continuaré en la próxima entrada con el mismo capítulo.
Por lo demás, tengo más que claro que será bastante cortado, pues irá acorde a mi tiempo, inspiración ( existe? ) y estado anímico para con el blog - en definitiva, si se me da la gana o no - .

Saludos

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La soledad es estar rodeado de gente, y pensar en la única persona que hace falta.
Anónimo.



La Luna vigilaba su paso, firme, con pachorra y serenidad. Sacó su cigarro y aspirando lentamente el néctar vicioso relleno de pasión, observó al cielo con su mirada perdida, digna de quién no tiene nada que perder, nada que ganar. Rasgó el silencio con un suspiro impreciso, buscó a tientas en la oscuridad de la noche, mas nada encontró. Mierda. Resonó como un alma éterea en el murallón que precede la barca de Caronte.
Tú y tus frases. En verdad, no entiendo para qué me tragiste aquí. Sí, quiero saberlo, pero que sea pronto. No doy más de los nervios, dímelo, pero dímelo ya. No, nada, sólo pensaba.
El silencio reinaba alrededor, pero su semblante se mantenía tenso. Su cruz era, sin lugar a dudas, implacable. Se sentó lentamente, vigilando cada movimiento de su cuerpo, desde el músculo más ínfimo que se tensaba para dar el soporte suficiente a todo el engranaje superior de tan colosal estructura. El sabor a nicotina era lo único que lo adormecía - El sabor a pasto quemado - y, esta vez, no era la excepción. Hace frío...
Ten, toma esto. Estás tiritando. No me mientas, es demasiado obvio. En serio, yo no tengo frío, tómalo tú. No seas tonta, es sólo un abrigo. Sí, ya te digo, no seas impaciente.
Maldita sea. Una lágrima refleja el resplandor mortecino de la Luna. Por qué. Por qué a mí. Le di todo, abrí esta mierda que llevo dentro, esta roca que no me deja sentir, que no me deja respirar - lágrima tras lágrima - le dije que la amaba, que la necesitaba, que sin ella no podía vivir. Pero las palabras fueron pocas, los actos se confundieron, la obra cesó, el telón bajó y tras ingentes esfuerzos el soliloquio resbaló escalera abajo, por el descenso de la vida, del dolor, del amor.
Hey, Despierta hombre. El ruido sordo de pasos acelerados se alejaban por el corredor principal; la hoja del frente: arrugada; y la cara de F. - una cara de reproche - encendía una mirada acusadora en dirección de la jerarquía hecha carne: la señorita A. ¿Su informe caballero?. Ah, sí, aquí está. Tomó levemente el papel y leyó las primeras líneas en voz alta: "La Luna vigilaba su paso, firme, con pachorra y serenidad..." . Espero que su nota no sea profunda en el error.
No, no se preocupe - respondió - las experiencias no tienen métrica y los sentimientos no tienen fondo.

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