01 septiembre, 2008

De pasos, lluvias y metros.

Otro día sin parar y ya son las 2. Tengo hambre, pero no, mejor no aún. Después. Increíble cómo pasa de rápido el tiempo y cada vez cuesta más pasar las páginas. No sé si será el sueño, la rabia o la simple desconcentración… ¿Habrá sido para mí? No, no creo. Estaba mirando el horizonte simplemente. No, nuevamente, ahí está. No, tonto; no puede ser. Sería simplemente imposible.

“Las realidades se encuentran frente a frente en un”… ¿Las qué? “Las realidades se encuentran…” Ya basta. Que estúpido eso de que las realidades se encuentran frente a frente en un aparato objetivo, determinado por una supra-estructura. Como si todo fuera determinado, como si… ¡Disculpe! ¿Le recojo las cosas? De nada, en serio, disculpe… Semáforo de mierda.

Va a llover, está claro. No, en realidad no… ¿O sí? Siempre se equivocan con esto del tiempo; en realidad son unos inútiles que les pagan por nada. No faltan, siempre lengüeteándose. (Risas) Antes no decías lo mismo. Tanta gente que camina con un fin y sin nunca verse las caras… ¡Hola! ¿Cómo estay? Bien, bien. ¿Cómo se llamaba? Ni idea… Mejor así, al fin y al cabo no me importa.

¿Por qué ponen siempre a los mismos guardias con su amarillo chillón de pato? Definitivamente la dulzura de sus palabras hacen eco en uno. Es imposible, simplemente imposible. Pero… ¿y si no lo fuera? Un futuro, una casa, hijos… Ese sonido ensordecedor, como si hubiera un monstruo. No falta el niño chico: “Papá, ¿qué es eso que suena?” “Es el monstruo del metro” – le responde fatídicamente. “¿Y no tienes miedo?” – le pregunta astutamente el niño – “No, ya me acostumbré a los monstruos del metro” – le responde mirando su propio reflejo en la ventanilla.

Carne, sangre y una buena espada. Cortar, cortar, cortar. Que el fluido caiga de a poco y listo. Digno de una película, con ese manto, ese flambergue y el trofeo encefálico. Al fin y al cabo, es otro cadáver más para los recuerdos.